Al fin he podido escuchar entero el último disco de Helevorn, en el que tuve el placer de colaborar recitando un verso en ‘Nostrum Mare’.

No soy un experto en Metal ni en todas sus derivadas musicales (seguro que ya he metido la pata diciendo esto), aunque sí puedo reconocer la calidad musical, el sonido de las grabaciones y la posproducción de ‘Aamamata’.

Tampoco soy quien para decir de Helevorn cosas tipo ‘el sonido ha madurado’ o ‘se consagran como una banda de referencia’.

Lo que realmente me atrae de este disco es el compromisso del grupo con la sociedad que le rodea.

Dedicar un disco a hablar del Mediterraneo con sentido crítico, con esta crudeza y a la vez pasión que transmiten es muy grande, tanto como nuestro mar.

Y que esto lo haga un grupo de Heavy (desde hoy para mi son los pioneros del Med Metal), confirma que nos encontramos en una cultura que, al contrario de los estereotipos que genera, esta llena de gente sensible. Lo más sensibles de la música, de hecho.

En tiempos en que la hipocresia de los emoticonos y los selfies tapan muchas de las verguenzas de nuestra sociedad, que un grupo de música nos ponga el espejo del horror que se ha instalado en el mar tan idilizado y deseado por millones de personas cuando llega el verano, y lo explique des de la tristeza, que tan poco de moda está últimamente, es, insisto, muy grande, necesario y terapéutico.

Felicitats. Amb les vostres tempestes elèctriques i els vostres gemecs m’heu fet sentir membre d’una identitat tant potent i real com menystinguda: La Mediterrània.

Acaso hay algún límite geográfico en el mundo que abarque el sirio, el catalán, el castellano o el hebreo?

Desde hoy ya no hará falta escuchar a Serrat o a Maria del Mar Bonet per sentirse de un mar idílico, el del hashtag #mediterraneamente, convertido en el vertido de muchas esperanzas.